Lunes, dos de septiembre, once de la mañana.
Tengo tanto que hacer y sin embargo
no tengo ganas.
Es el calor, las calles, soy yo misma
que estoy que no me encuentro.
Ojalá que cayese una tormenta de repente
y me calase dentro de los huesos.
No busco nada, y busco.
Me faltan tres palabras
para escribir la historia de mi vida.
¿Alguien la leería?
Soy demasiado extraña.
Vivir en mi cabeza es algo así
como ir desempolvando
demonios, mariposas, lunas llenas
y todos los poemas
que escribí en estos años.
Y en verdad soy así
y no tengo remedio.
Siento el abrazo de la soledad,
siempre quiero escapar
y el amor me da miedo.
Tal vez esta es mi duda existencial
o un karma que he de pagar,
pero... ¿Por qué no puedo?
¿Por que cuando algo llega para mí
y debería fluir
siempre me saboteo?
Lunes, dos de septiembre. Nubes en mi cabeza.
Siento que poco a poco va envolviendo
un frío al corazón
y congela mi pecho.
Hoy me empeñé en tapar la luz del sol
en todo su esplendor
con la yema de un dedo
y me di cuenta de que no funciona
porque el sol se abrió paso
y traspasó mi cuerpo.
Hoy necesito hablarle a mi cordura
por si acaso me escucha.
Y espero que no se ande con rodeos
y me dé una respuesta.
¿Qué debo hacer ante esta situación?
¿Esconderme del sol?
¿Provoco una tormenta,
o permanezco inmóvil esperando
a que oscurezca el cielo
y la luna esté llena...?
Lorena Bonillo, 2/9/2024.
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