Entro...
y voy por los pasillos avanzando
y trato de encontrarlo,
sólo para que, al menos tres segundos,
crucemos la mirada.
¿Y cómo crees que continúa la historia?
(Aparte de eso... ¡nada!).
Pero cuando me mira
y clava su pupila en mi pupila
sé lo que está pensando.
Tiene unos ojos negros que penetran
y me está torturando,
este deseo se ha vuelto punzante
y ya me está costando controlarlo...
Hay una calma tensa
que ninguno afrontamos.
Qué historia tan absurda, a estas alturas
¿me estaré obsesionando?
Paso con el "carrito" dando vueltas
(finjo que estoy comprando)
y él sigue reponiendo en los pasillos,
ambos continuamos...
Me gustaría hablarle, dar el paso,
¿pero con qué palabras?
¿Acaso le pregunto, aún a sabiendas
de que sería una excusa,
dónde están las patatas?
Tal vez tenga que hacerlo,
pero es que es sólo verlo...
y me entra taquicardia.
Y con ese fugaz cruce de sueños
pongo algo de color a mis mañanas.
Ya conozco su nombre, cómo mira,
he escuchado su voz, sé cómo habla
y se ha adueñado de mis fantasías.
Qué cruel manera de robar mi calma...
Lorena Bonillo, 31-3-22
No hay comentarios:
Publicar un comentario