Domingo por la tarde. Quería estar a solas...
Pero media ciudad se habrá puesto de acuerdo.
¿Por qué no hay un lugar donde escapar?
¿Qué le pasa a la gente con los perros?
¿Acaso esta es su hora obligatoria
del paseo?
¿Por qué todo lo veo tan absurdo?
¿Por qué todo es tan tedio?
Detesto las conversaciones cotidianas,
detesto las costumbres,
hasta las que yo tengo.
Y detesto esta necesidad que tengo siempre
de escapar de mí misma
porque, es obvio, no puedo.
Camino... Y las palomas me huyen,
es evidente, no les intereso.
Deben pensar que soy de otro planeta,
o la bruja enfadada
que se escapó de un cuento.
El camino está lleno de hojas secas
y algunas se deshacen
al rozar con el suelo.
Me he ido mimetizando
con las flores marchitas,
con esas hojas secas...
Y me aparto, me alejo
de todo lo que parezca estar vivo.
Por eso me molestan
los niños y los perros.
¿Qué puedo hacer si todo lo que existe,
todo lo que percibo
me desgasta por dentro?
Cómo apaciguo este dolor constante,
esta furia, el vacío
que se siente tan frio como el hielo...?
Yo sólo pretendía estar a solas, pretendía escribir
y así "recolocarme"
cada emoción en el lugar preciso,
deshacerme del frío. Enjaular los anhelos.
Domingo por la tarde, estoy cansada.
Se apaga el sol y se oscurece el cielo.
Lorena Bonillo 25/8/2024
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