Qué triste que la memoria
sea tan frágil y etérea.
Que la edad, y los años
retuerzan los recuerdos.
Qué triste que el olvido
desdibuje sus rasgos,
que al pensarle, lo vea
cada vez más borroso.
Me entristece el vacío
que congela emociones,
pues ya no siento el beso
que un día guardé en mi pecho.
Ya no existe ese tiempo,
ese espacio de sueños.
No existimos nosotros...
Hay un sonido blanco
que se expande en la mente.
Que crece y nos acerca
poco a poco a la muerte.
El paso de los años
va restando matices.
Borró lo que un día fuimos
y opaca lo que somos.
Pero hoy, en esta angustia
de ir perdiendo fragmentos,
de ir perdiendo la vida
gota a gota, y a poco,
me aferré a una caricia
que renació un instante
y lo comprendí todo...
Lorena Bonillo 10/1/2025
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